En
ocasiones a los que militamos en movimientos castellanistas se nos mete
en el mismo saco de los nacionalistas excluyentes. El ser humano, y
más, el ser humano español, tiende a la simplificación y al maniqueísmo.
Y así, todo nacionalista es separatista y malo. Alguien dijo una vez
que era más fácil derrotar a un ejército que a un prejuicio. Y no voy a
volver sobre el tema recurrente de los nacionalismos centrífugos y
centrípetos, de los que buscan separar y los que buscamos unir y
construir. De Garibaldi versus Sabino Arana. Seguiremos predicando en el
desierto, reivindicando una Castilla Unida como columna vertebral de
una España que agoniza atacada por todos los flancos.
Hoy me apetece parar en otro tema poco tratado: el de los “otros separatistas”.
1)
Por una parte, tenemos a los archiconocidos separatistas y
separadores. Los independentistas (vascos, catalanes, gallegos,
andaluces…hasta castellanos) son bien conocidos, y ahora mismo en la
España central son identificados con el terrorismo, la exclusión, el
racismo y la xenofobia. Son, en una palabra, Satán. No voy a ser yo
quien les defienda pero tampoco creo que sólo ellos sean los culpables
de la situación de enfrentamiento entre territorios que sufrimos en
España.
La
otra cara de esta moneda y corresponsables de esta situación son los
separadores, supuestamente “españolistas” : unos individuos que jalean
una España de “La Roja”, “El Torito de Osborne” y las folclóricas. Esa
casposa España de charanga y pandereta. Esa España de José Luis
Torrente. Estos individuos, lamentablemente muy numerosos, dicen amar a
España por encima de todo, pero luego desprecian, ignoran e insultan
todos los idiomas, culturas e identidades que se salen de sus tópicos
flamenquitaurinos. Y así, dan vivas a España mientras insultan a alguna
de sus tierras. Es de Primero de Filosofía: no se puede amar el todo
odiando a una parte (Cataluña, Vasconia) o ninguneando y dejando que se
pudra otra (la Castilla rural que agoniza entre despoblación e
indiferencia).
2)
Pero aparte de estas dos especies que se retroalimentan, a mi parecer
hay otros responsables, otros separatistas disfrazados de buenos
españoles. Son esos políticos y sus cómplices (en la enseñanza, en los
medios de comunicación…) que desde la sacralizada transición han
conseguido que la mentira y la manipulación campen a sus anchas en las
regiones de lo que se vino a llamar España. Son los que en Andalucía,
desde todos los partidos, defienden las ideas pro-magrebíes de un
notario sevillano que se inventó una nación que nunca existió, los que
desde la Junta de ídem han llegado a afirmar que “para qué iban a
estudiar los niños andaluces a Don Pelayo”, los mismos que reniegan de
sus raíces castellanas y promueven el mito del Al-Andalus feliz. Los
mismos que por ignorancia o mala fe seguirán erre que erre con esas
ideologías que propugnan que al sur de Despeñaperros son bereberes
(cuando la realidad es que Fernando III y Alfonso X repoblaron el Valle
del Guadalquivir con gentes castellanas, leonesas y vascas, por
ejemplo). Los que enloquecen (y no sólo en Andalucía) con todo lo que
huele a norteafricano pero ocultan que las sevillanas, los verdiales,
las seguidillas y buena parte de su folclore tiene su origen en la
meseta.
Son
la misma clase de gente que en Madrid ha conseguido que los niños crean
que viven en una isla rodeada de la nada, con un paleolítico distinto
al de Toledo o Guadalajara. Los que han construido una Historia de
Madrid que parece empezar en la capitalidad (los siglos anteriores los
despachan en ná: un poquito de carpetanos, un poquito de romanos, otro
poquito de árabes, y luego llegan los cristianos a secas –ojo, no los
castellanos o el Reino de Castilla, no, los cristianos como en una
comparsa de esas de Alcoy-). Esa misma gente a la que se le llena la
boca con la palabra España, día y noche reivindica la ultra-españolidad y
multiculturalidad de Madrid, pero se salta a la torera (de las Ventas)
nueve siglos de historia castellana. Al respecto, hay que recordarles
que la provincia de Madrid es un invento de 1833. Antes, buena parte de
sus municipios dependían de Toledo, Segovia o Guadalajara. Resumiendo,
estos otros separatistas desde 1983 han promovido una absurda frontera
que separa a Madrid de su región natural, que hasta esa fecha era
Castilla la Nueva. Otrosí, los que desde la llamada “Castilla-La Mancha”
(unión de región+comarca, o de todo+parte) cuyo nombre horrorizó hasta a
un anciano Sánchez Albornoz promueven la mancheguización de una
“región” donde no es La Mancha todo lo que reluce (ni Guadalajara, ni
buena parte de Toledo o Cuenca son manchegas). Y podríamos seguir
hablando de separatistas: los que promovieron los engendros de Cantabria
y la Rioja, los que hoy día pretenden separar a Soria o Burgos del
resto de Castilla, los castellano-leonesistas que se han apropiado de
una bandera (la cuartelada) y una historia común con el sur del
Guadarrama… ¡Pobre Don Claudio, él que tanto se preocupó por la unión de
las Castillas, si viese en lo que hemos devenido!…
Podríamos
seguir largo y tendido. El que esté libre de pecado, que tire la
primera piedra. Separatistas, separadores y defensores del actual estado
de comunidades auto-bobas.
Mucho
se habla de un nuevo paradigma, de eliminar las comunidades autónomas y
volver a un modelo centralista o pasar a uno federal. El centralismo
puede funcionar en la jacobina Francia, pero aquí ya hemos visto el
resultado: regiones ricas y pobladas vs. regiones pobres (caramba, como
el estado autonómico). Y los del modelo federal… ¿Qué modelo federal
quieren? ¿Un federalismo asimétrico mayor aún al que ya vivimos con unas
zonas francas (Cataluña, Euskadi, Galicia, Andalucía quizá)
privilegiadas y un “resto-España” de los ciudadanos de segunda? ¿O un
federalismo de diecisiete comunidades elevadas a repúblicas
independientes de su casa? (o sea, lo de ahora, pero elevado al cubo).
3)
Frente a todas las especies anteriores y en franca inferioridad
numérica, algunos propugnamos una descentralización basada en los
verdaderos territorios históricos españoles: con una Castilla unida y
fuerte vertebradora del país como fue su papel desde la Edad Media. Una
Castilla en la que Madrid sea motor de desarrollo y no un agujero negro
como es ahora, sin la vergüenza de los desiertos demográficos como el
del triángulo Soria-Cuenca-Guadalajara, el mayor de Europa. Una España
que se enorgullezca de su Historia y de todas y cada una de sus
identidades nacionales (como en el Reino Unido) pero sin desequilibrios,
en el que, como decía el fuero de Sepúlveda, “nadie sea más que nadie” y
prevalezca la solidaridad interterritorial.
Todo
esto ahora es una utopía, porque estamos en manos de los partidos que
estamos, y tanto el PSOE-IU (federalismo asimétrico o federalismo de
diecisiete taifas) como el PP, UPyD están en lo que están: defender los
intereses de las oligarquías que diseñaron las “Autonosuyas”. Y mientras
la madre de España, Castilla, siga durmiendo el sueño de los justos y
sus ciudadanos aborregados, esto irá a peor. En nuestras manos está
cambiarlo. Tarea harto difícil pero no imposible. Torres más altas han
caído.
Gracias por compartir, y por citar fuente. saludos.
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